¿Se puede reclamar al destino algo que no sucedió?
¿Quedaremos dando vueltas en una ciudad que siempre fue extraña? Quizás es bueno, también, reclamar
a esa ciudad que no nos contuvo, dejar una huella, una lápida, un poema, decir, algo que moleste. Partir.
Quizás algún día regresemos, y la ciudad no nos reconozca, o sí, sin darnos cuenta.
Sin saber que fuimos un hilo invisible de su trama.
O que alguien hizo de la lápida un altar, y de repente fue plegaria.
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